8.1 Asentamiento
Después de vencer a Cartago, los romanos tomarán posesión de su botín en Hispania. Supongo que no tuvieron muchos miramientos en no devolver sus territorios a las tribus iberas, que les habían apoyado en su guerra con Cartago. La política de prometer algo y hacer, justamente lo contrario, parece estar fuertemente arraigado en la diplomacia de los romanos. No era cuestión de ceder las importantes fuentes de riqueza que ahora se les brindaban.
Así pues, tomaron posesión de las minas, de los olivares, de las pesquerías, de los trigales y del “garum”. Como era costumbre en la época, tampoco preguntaron a los nativos que, a sus efectos, eran sólo unos brutos.
Hay que señalar que Hispania fue la primera incorporación, fuera de la península itálica y de sus islas próximas, que Roma incorporó a su futuro gran imperio. Dado que la extensión de lo conquistado no era menor, decidieron dividirla en dos sectores o provincias. Como los romanos eran más prácticos que creativos, decidieron denominarlas como “la de acá” y “la de allá” (Citerior y Ulterior).
8.2 Sometimiento
No les resulto nada sencillo a los romanos pacificar aquellas tierras. Desde tiempo atrás los incivilizados celtíberos y lusitanos hacían frecuentes y rentables incursiones de saqueo en los fértiles valles del Ebro y del Guadalquivir. No les quedó otra que llevar a Hispania a sus legiones que ya, por aquel entonces, demostraban una disciplina y genio militar digno de admiración, y que considerando los recursos de la época, nunca ha sido superado por ningún otro ejercito.
Y es que el poder del Imperio Romano se fundamentó, indudablemente, en su genio militar y en las conquistas militares asociadas, junto con sus respectivos botines, y finalmente en su modelo esclavista. Vamos que si bien aportaron importantes avances a la humanidad, tampoco es que fueran unos santos. Ahora que es tan frecuente, resulta raro que no haya países que estén pidiendo a los italianos que pidan disculpas por las atrocidades que llevaron a cabo con otros pueblos. Pero, el inteligente lector ya se habrá percatado que, por aquel entonces, no existía ningún otro pueblo lo suficientemente desarrollado para publicitar una “leyenda negra” al respecto.