6. Cartagineses

6.1 Antecedentes

Cartagineses

En realidad, hablar de los cartagineses es hablar de los fenicios 2.0. ya que la ciudad de Cartago era, inicialmente, una colonia fenicia (la palabra latina púnico significa fenicio, y es como denominaban los romanos a los cartagineses). El centro neurálgico de los antiguos fenicios era la ciudad de Tiro, que sigue existiendo en la actualidad, y se encuentra en el actual Libano. Ocurrió, no obstante, que el Imperio Babilónico, dirigido por Nabucodonosor II, entró en conflicto con Tiro y, según dicen, estuvieron asediando y guerreando durante unos 13 años, que se dice pronto. Lo cierto es que entorno al 586 a.C., Tiro pasó a ser parte de los dominios de Nabucodonosor.

El descalabro de Tiro fue aprovechada por Cartago, que desarrolló una alianza o liga con otras ciudades púnicas del Mediterráneo occidental, que finalmente terminó integrando en sus dominios. En su expansión absorbieron las factorías y ciudades fundadas por los fenicios (en definitiva eran los herederos naturales de Tiro) y establecieron otras nuevas en Hispania, Sicilia, Cerdeña, Ibiza y el norte de África, consolidando además su poder sobre las regiones de Numidia y Mauritania.

Por aquel entonces, las disputas por el control del Mediterráneo se concentraban entre los cartagineses y las polis griegas (Roma comenzaba a despuntar pero aún no era una potencia), y especialmente entorno a Sicilia, Córcega y Cerdeña.

Cuando los romanos comenzaron su expansión, las polis griegas fueron de las primeras en sufrir las consecuencias y, a mediados del siglo III a.C acabaron controlando la Magna Grecia (es decir el sur de la península itálica). Pero lo cierto es que los romanos no entraron nunca en un conflicto bélico con el mundo helenístico, más bien se aprovecharon de la poca unidad de los helenos, y fueron ocupando, por la fuerza o por alianzas, los principales enclaves griegos. Se puede constatar que el mundo helenístico aportó grandes pensadores, filósofos, políticos, matemáticos y artistas pero, en lo que toca a lo práctico eran más bien poco avezados. Es lo que tienen ciertos modelos políticos y las ideologías un tanto utópicas. Mucho hablar, mucho disertar, mucho filosofar, mucho politiqueo y poco coordinar y ejecutar.

Y, como no podría ser de otra forma, los originales conflictos entre griegos y cartagineses, entorno a las colonias en Sicilia, fueron retomados por los romanos.

Por su parte los cartagineses habían fundo dos nuevos e importantes enclaves, uno en Ibiza y otro en Cartagena, aprovechando su magnifico puerto natural. La llamaron Cartago Nova, es decir la “nueva Cartago”, con cierta redundancia ya que Cartago significa “ciudad nueva”. De esta forma la Península quedo dividida en dos zonas de influencia, la romana al norte, entorno a las posesiones helenas, en la actual Cataluña, y la más al sur, hasta Cádiz, bajo la influencia cartaginesa. Por si hay alguna duda, dicha división se realizó sin ningún tipo de consulta a los nativos.

6.2 Guerras Púnicas

Las dos principales potencias del Mediterráneo, cartagineses y romanos, tenían aspiraciones opuestas que provocaron una gran rivalidad entre ambos pueblos. Su enfrentamiento se materializó en tres conflictos, las Guerras púnicas, que son consideradas como las más trascendentes de la antigüedad clásica.

Resulta interesantes señalar que las dos mayores potencias de la época eran repúblicas (algo excepcional en la historia de la humanidad, incluso en la actualidad, si consideramos toda la población mundial). El resto de pueblos y su entorno tenían modelos más o menos absolutistas o monárquicos. Parece que el modelo republicano permitió un mayor crecimiento pero, al mismo tiempo, desembocó en unas terroríficas guerras para asegurarse la supremacía frente al competidor y mantener la supremacía, y el crecimiento. Vamos, que los modelos republicanos tampoco es que sean un seguro de pragmatismo y moderación, lo cual ha constatado la historía con múltiples ejemplos.

Por supuesto el modelo republicano de Cartago no respondía al modelo de representación mediante sufragio universal que hoy conocemos (ni tampoco el de Roma, claro está). El sistema era bastante complejo con senado, asambleas, jueces y otras instituciones y fue evolucionando a lo largo del tiempo pero, en esencia, se basaba en el gobierno por parte de las familias más pudientes representadas en el Senado. Es decir una meritocracia basada en la habilidad para acumular riqueza.

No debemos ser muy críticos con este modelo ya que, considerar otros méritos más subjetivos, tampoco aseguran un mejor gobierno, como todos bien saben. Si parece razonable pensar, que los más ricos, suelen ser los más ambiciosos y proclives a meterse en guerras. Pero como guerras, han existido y existen, de todos los colores (ideológicas, religiosas, racistas, por recursos, y que se yo) tampoco hay que rasgarse las vestiduras.

La Asamblea, por su parte, representaba al pueblo y en sus inicios tenía un mero papel de comparsa. No obstante, los reveses de las Guerras Púnicas causaron una evolución hacía un modelo más populista en donde la Asamblea fue adquiriendo más poderes frente al Senado y los Jueces. Ya sabemos que cuando hay problemas los modelos, más o menos democráticos, suelen abrazar los extremismos y populismos. Esta evolución se produce, precisamente, en los lapsos de tregua que existen entre las Guerras Púnicas, sin que el conflicto estuviera resuelto, ni mucho menos. No se debería pensar que el ascenso del populismo fuera la razón de la derrota final, y literal exterminación de Cartago pero, el perspicaz lector, puede hacer las conjeturas que le parezcan oportunas.

6.3 Efectos de la Primera Guerra Púnica

Los romanos se enfrentaron a Cartago por el control de Sicilia y, para sorpresa de muchos tertulianos y comentaristas de la época, lograron vencer a Cartago, tanto en tierra firme, como en el mar (y eso que los romanos tuvieron que montar a toda prisa una flota de la que carecían). Y es que el poder de Roma siempre se asentó sobre su soberbio genio militar.

Y, claro está, se quedaron con Sicilia, Corcega y Cerdeña e impusieron unos tributos ingentes a los cartagineses. En concreto, además de ceder parte de la flota cartaginesa a Roma, tenían que pagar, durante 20 años, 2.200 talentos de plata. Parece que no es mucho pero, no es así, ya que supone unos 15 millones de denarios. Un legionario podría ganar entorno a los 300 denarios al año, y si lo comparamos con un salario medio europeo de la actualidad, supondrían unos 3,5 mil millones de euros. No está nada mal, para aquellos tiempos. Vamos, una paz impuesta a la fuerza y tremendamente agresiva que sólo podía insuflar odio y predisponer a nuevos conflictos.

Los cartagineses, ante esa situación, volvieron su vista hacía nuestra querida Hispania. Decidieron implantarse, esta vez de forma permanente, para poder explotar más eficientemente, todas sus riquezas. Y es que ahora necesitaban mucha plata, por estar endeudados hasta las trancas y haber perdido importantes plazas. Y, además, como por aquellas épocas, no se había inventado las máquinas de imprimir dinero y los bonos del Estado, que permiten estrujar silenciosamente a los ciudadanos, no tenían más remedio que aumentar sus ingresos.

Los cartagineses se pusieron manos a la obra con notable fruición. Pero, primeramente, tenía que meter en cintura a los variados y belicosos pueblos iberos, que ante la caída en desgracia de Tiro se habían puesto a comerciar por su cuenta. Se trataba, así pues en la conquista, y no en el mero establecimiento de enclaves comerciales y, para tal objetivo, el famoso general Amílcar Barca decidió fijar su residencia en nuestro suelo patrio.

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