7. Cartago pierde Hispania

7.1 Inicios

Cartago

Amílcar Barca protagoniza la primera invasión norte africana de la Península Ibérica, que otras vendrán con posterioridad, e inicia el dominio del sur y del este peninsular. Ya no se trataban de enclaves comerciales, el objetivo es controlar una extensa zona de la Península y poder explotar todas sus riquezas. Para ello utiliza la táctica de la zanahoria y el palo, es decir diplomacia y guerra, aprovechando la crónica desunión entre las variadas tribus iberas. Y no le resulto nada sencillo, tras siete años de duras luchas, se ahogó en un río, durante unas escaramuzas, de la forma mas tonta, según dicen los cronistas.

7.2 Asentamiento

La obra de Amílcar fue continuada por su yerno, Asdrúbal el Bello (no disponemos de fotos para constatar lo adecuado del adjetivo) y de su hijo Aníbal. Y los Barca demostraron ser tan buenos administradores como generales, mejorando la productividad, de sus posesiones en Hispania, de manera formidable. No sólo mejoraron la producción de metales, con ingenieros griegos a pie de obra o esclavos africanos picando en las minas, también se diversificaron, con cuanto se criaba sobre la tierra, como la producción de esparto, sal, salazones de atún (el cerdo del mar) y el “garum”, del que hablaremos largo y tendido más adelante. Y claro, incluyeron a los mercenarios celtíberos, ya muy cotizados.

Especialmente eran apreciados los honderos baleares que, según Estrabón, llevan tres hondas entorno a la cabeza: una larga, de junco negro, para los tiros largos, otra corta, de nervios, para los tiros cortos, y la tercera mediana, de cerdas, para los tiros medios. Se adiestraban desde niños con la técnica de “la letra con sangre entra”, ya que no podían comer hasta haber acertado en la diana.

En -226 a.C. Asdrúbal el Bello logró que los romanos accedieran a ampliar la zona de influencia cartaginesa, que apenas sobrepasaba Cartagena, hasta el río Ebro. Claro que igualmente se podría decir que Roma, con otros problemas internos más acuciantes, se aseguro que los cartagineses no traspasaran el Ebro y, de esta forma, proteger sus área de influencia entorno a Ampurias.

Tan bien pintaban las cosas, que Asdrúbal comenzó a acuñar monedas con su efigie, para monumental cabreo de los senadores cartagineses, que temían que quisiera proclamarse rey (algo nada bueno para sus finanzas). Un esclavo, que asesinó a Asdrúbal, durante una cacería, acabo con los problemas de los senadores cartagineses. ¿Y por qué narices mató el esclavo a Asdrúbal? ¿Tal vez alguna intriga palaciega, tal vez algún avispado senador, tal vez luchas por el poder? Pues no señores, nada de eso, fue por una tradición, al parecer muy nuestra, el “devotio” ibérico. El esclavo asesino a Asdrúbal en venganza por la muerte de su anterior amo. Eso si, desconocemos si tenían algún otro tipo de relación, que nunca se sabe.

Lo cierto es que el «devotio» ibérico representa una dedicación total al grupo o al líder, hasta el punto de sacrificar la propia vida para garantizar la victoria o el bienestar del grupo. Por otro lado, el acto del esclavo, que asesinó a Asdrúbal para vengar a su anterior amo, muestra una lealtad férrea a su señor, llevando esa lealtad más allá de la muerte del mismo. En este caso, la venganza puede verse como una forma de cumplir con un deber de lealtad post-mortem. No me dirán ustedes que nuestras raíces ancestrales no son ciertamente curiosas. Bueno algo brutas, eso si.

7.3 Aníbal pierde Hispania

La muerte del Bello Asdrúbal, en 221 a.C., tal vez ya muy desmejorado por aquellas fechas, impulso el ascenso al poder del joven Aníbal Barca, con poco más de 20 años (las fuentes señalan entre 21 a 26 años, que por aquel entonces las partidas de nacimiento no estaban informatizadas).

Una de las anécdotas más famosas sobre la juventud de Aníbal es el juramento que le hizo hacer su padre. Según cuenta el historiador romano Tito Livio, Amílcar llevó a Aníbal, siendo un niño, al altar y le hizo jurar que nunca sería amigo de Roma. Esta historia resalta el profundo deseo de venganza de la familia Barca hacia Roma.

En todo caso, Aníbal se dedicó a ampliar la empresa familiar y someter a las tribus rebeldes, hasta el Ebro, acogiéndose a los acuerdos suscritos con Roma. Claro, que como en todo acuerdo o contrato, quedan zonas grises sujetas a interpretaciones y, por aquel entonces, no había mediadores ni existía la ONU (que dicho de paso, habría dado exactamente lo mismo). El problema fue Sagunto, tan referida en los libros de texto anteriores a la LOGSE, para ensalzar la bravura de nuestros ancestros.

Y es que Sagunto, aún estando más al sur del Ebro, había suscrito un tratado de amistad con Roma. Aníbal consideraba, con toda lógica, según mi opinión, que si estaba en la zona de influencia de Cartago, era de su competencia. Por el contrario Roma, ahora dirigida por unos senadores algo más belicista, consideraba justo lo contrario. Pero, en realidad, Roma y Cartago llevaban ya algún tiempo preparándose para el conflicto bélico. En realidad, el asedio y conquista de Sagunto, hoy Murviedro (Valencia), por parte de Aníbal fue la escusa perfecta para iniciar la Segunda Guerra Púnica que, en buena parte, se desarrollo en nuestro suelo.

No es cuestión de alargarnos en los derroteros de la Segunda Guerra Púnica, que esto va de España, así que diremos que después de la famosa expedición de Aníbal, atravesando los Alpes, elefantes incluidos, y derrotando en muchas batallas famosas a los romanos. Los romanos, por su parte, decidieron cortar los suministros de Aníbal, y devolver los golpes en Hispania, derrotando al hermano de Aníbal, otro Asdrúbal, en este caso Asdrúbal Barca y tomaron Cartagena. Luego, como es costumbre de los romanos, engañaron a los nativos, asegurando que les ayudarían a quitarse el yugo cartaginés (no les comentaron que para poner otro más pesado, el suyo). En cualquier caso, los romanos acabaron expulsando a los cartagineses de la Península y luego se encargaron de acabar, de forma contumaz y sistemática, con cualquier vestigio de Cartago. Todo un genocidio para los parámetros de hoy en día, que incluyó no dejar piedra sobre piedra de Cartago y esparcir sal en todos los cultivos de los entornos. Para que no se diga que los romanos, nuestros nuevos señores, no llevaban el progreso, por allí donde pasaban.

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