1. La Península

1.1 España en el mundo

Mundo

No podemos comenzar sin referirnos a un área geográfica muy concreta: la totalidad de la Península Ibérica. Siento el ataque de erisipela que puedan padecer los independentistas catalanes o vascos e, incluso, nuestros vecinos portugueses, pero este es el marco lógico del inicio de nuestra aventura por el devenir de los próximos siglos.

De igual forma, no es posible entender el devenir histórico de España sin asumir su particular ubicación geográfica y su peculiar orografia. España fue una parte sustancial de las antiguas civilizaciones mediterraneas (fenicios, griegos, cartagineses y romanos), adelantados de Europa en el Continente Africano y puente, Oceano Atlántico de por medio, hacía el Nuevo Mundo. Nuestra historía está, como no podría ser de otra forma, marcada por esta compleja realidad geopolítica y agreste orografia interior.

La ubicación geográfica ha permitido que la Península Ibérica se conforme como un impresionante crisol que ha fusionado y favorecido el intercambio de muy diversas culturas -tanto en su recepción como en su exportación- y que podamos afirmar que ninguna otra nación -tal vez Inglaterra se pueda acercar- ha influido tanto en el mundo Occidental. Por eso, la historia de España es una historia amplia, compleja y apasionante.

Si, estimados lectores, contar la historia de España es hablar desde los fenicios, a los cartaginenses, pasando por los griegos o los romanos, los pueblos indoeuropeos, los siglos de convivencia con el mundo musulman, la cultura judia, o el mestizaje con el nuevo mundo, la colonización de filipinas o el afrancesamiento de la época napoleonica, ello sin olvidar nuestro permanente tira y afloja con los pueblos del Norte de África, la Guerra Civil, el franquismo, la Constitución de 1978 y nuestra integración en la Unión Europea. Todo un reto.

1.2 España marítima

Los puertos de la Península Ibérica han sido el acceso natural de las culturas primigenias del Oriente Próximo y, posteriormente, de las Greco Romanas. Más tarde, los puertos de Ibería serán los adelantados de la circunvalación del continente africano y del descubrimiento del Nuevo Mundo y, en definitiva, de la conquista del Atlántico.

Casi cualquier tratado de la historía de España comienza refiriendose a la influencia de culturas que llegaron a Ibería a través de las costas del Mediterraneo. Fencios, cartagineses, griegos, romanos, y árabes han marcado, y de que manera, la realidad cultural e histórica de esta nación que llamamos España. Pero, de igual forma, esta recepción cultural se puede comparar con un proceso similar, aun cuando que de signo distinto, cuando el Atlántico fue el puente para la exportación de la cultura occidental hacía el Nuevo Mundo.

Parecería que la inmensidad de los mares y oceanos era una barrera más fácil y sencilla de franquear que los Pirineos. De hecho, el intercambio cultural entre España y el resto de los paises europeos es una realidad mucho más reciente. El dicho de “Africa comienza en los Pirineos” es algo que ha sido muy asumido por nuestros vecinos del norte -con cierto tufo despectivo- y, en cierta forma asumido, por los habitantes de Ibería.

Da la impresión que los Pirineos eran una muralla más infranqueable que el estrecho de Gibraltar y, de esa forma, el conflicto entre el mundo musulman -del Norte de África y Oriente Próximo, y el católico de Europa, sólo podía tener un escenario posible: la Península Ibérica.

Con el Descubrimiento de América el tradicional auge de la vertiente mediterranea se traslada a los puertos y litorales más próximos al Atlantico. No obstante España nunca pudo competir por el control del Atlantico Norte en donde el Imperio Británico, y posteriormente Estados Unidos, mantuvieron una superioridad evidente derivada, tanto de su potencial económico, como de su ubicación geográfica.

De esta forma la apuesta Atlántica, en detrimento de una mayor presencia en el Mediterraneo, fue decisiva para entender la debilidad de España una vez que se perdieron las colonias americanas.

1.3 La España agreste

España

Otra realidad geográfica, que ha marcado nuestra historia y nuestros modelos culturales, es la terrorifica orografia peninsular. Incluso hoy en día, con magnificas carreteras y buenos coches se nos antoja más que esforzado, el viaje de Barcelona a El Ferrol o de Sevilla a Bilbao. Ya no digamos si el viaje se tenía que hacer a píe o en algún tipo de animal de carga.

La dificultad de comunicación ha marcado, durante siglos, un importante aislamiento entre zonas geográficas que, con el paso del tiempo, dieron lugar a la diversidad cultural que hoy, por razones políticas y ambiciones de poder, se cataloga como una diversidad digna de protección, pero origen de variados conflictos.

Junto a una España montañosa hay que mencionar la permanente penuría de agua -algo que ocurría antes de la actual sensibilización por el llamado cambio climático-. La falta de agua y la escasa interconexión de las cuencas hidrográficas -resultado de las cadenas montañosas existentes- han marcado no pocas situaciones de disparidad entre regiones ricas y regiones pobres y de conflictos. Para colmo esta realidad climática e hidríca se junta con las lluvias torrenciales de las regiones costeras del Mediterráneo. Ni siquiera los considerables esfuerzos de Primo de Rivera o de Franco para regular las cuencas hidrográficas peninsulares consiguieron resolver, totalmente, el problema. Los intentos de interconexión de las cuencas hidrográficas -caso del Trasvase Tajo-Segura- se han encontrado con multitud de intereses contrapuestos y no han conseguido mejorar la situación hidrica de la Península.

Autonomías, procesos independentistas y demás dificultades de cohexión entre las regiones hunden sus raices en nuestros albores de la historía y en las dificultades de intercomunicación originadas por las barreras geográficas. Sólo, en ciertas ocasiones históricas, cuando se ha producido una amenaza o gran objetivo exterior se han aunado esfuerzos. Tales son los casos de las invasiones extranjeras -bien fueran los musulmanes o los franceses- o el esfuerzo descubridor y colonizador del Nuevo Mundo.

La meseta del centro de la Península, con su riguroso clima, escasas lluvias y suelo pobre, es un reducto aislado de las periferias, bloqueada por las cadenas montañosas del Sistema Ibérico, las serranías béticas y las cumbres cantábricas y galaicas que entorpecen las comunicaciones de norte a sur y de este a oeste. Lo curioso es que, precisamente esta posición central y la dificultad de las comunicaciones terrestres, favorecieron el asentamiento del poder político en el centro de la Península.

En contraposición las zonas costeras, especialmente, del Mediterráneo, cuentan con condiciones más benignas para la agricultura, disponen de importantes yacimientos de minerales y la cercanía de la costa facilita el comercio marítimo y el intercambio cultural.

La riqueza de sus yacimientos de minerales y las feraces depresiones del Ebro y del Guadalquivir de las regiones del sur y el levante constituyeron una atracción para otros pueblos de la antigüedad y el origen de las primeras colonizaciones y conflictos bélicos. Esta es la razón de lo temprano que arraiga la agricultura en las zonas costeras, favorecida por los primeros colonizadores del Mediterráneo y que, por el contrario, en la meseta central se desarrolle más la ganadería ovina de pastoreo trashumante.

Las regiones costeras del Mediterráneo pudieron asimilar con mayor celeridad los avances tecnológicos. Los pobladores de la Meseta Central y la Cornisa Cantábrica, aislados de la costa del Mediterráneo, eran mucho más brutos y menos civilizados. ¡Que le vamos a hacer!

Esta diferencia se mantendrá durante siglos y no comenzará a cambiar hasta la Edad Moderna con la revolución de los sistemas de comunicación. Es posible que cierto sentimiento de superioridad, de algunas áreas del levante español, tenga en la orografía peninsular su origen y razón de ser. Quien sabe.

En el norte peninsular, las regiones del cantábrico, asturianas o vascas han estado, desde siempre, mucho peor comunicadas con el resto de la Península, incluso más que la Meseta Central. Son zonas muy montañosas de difícil tránsito que han limitado tanto el comercio, las influencias culturales y, no podría ser de otra forma, el tránsito de ejércitos invasores. De hecho, las zonas del actual “País Vasco” fueron un reducto apenas colonizado por los romanos lo que permitió que su lengua vernácula haya llegado hasta nuestros días.

Es pues, indudable, la importancia que ha tenido la orografía hispánica en el devenir de su historia.

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