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ANTECEDENTES

Hace dos años, en la segunda ola de la pandemia, escribía en este mismo blog un análisis sobre el Covid, y mi opinión sobre las distintas posiciones y opiniones que los ciudadanos tenían al respecto. Finalizaba, dicha entrada, diciendo que el tiempo haría justicia a lo entonces escrito.

Creo que es momento de revisar y reflexionar sobre lo acertado, o erróneo de mis reflexiones. No todas las cuestiones están aún resueltas, ni los científicos pueden dar respuesta a todas nuestras preguntas pero, cuando menos, tenemos una información histórica más dilatada.

En primer lugar, reconocer mi error sobre que una vacuna no estaría disponible en un plazo tan corto. Fueron las grandes empresas farmacéuticas las que lograron producir, en plazos muy breves, vacunas efectivas. Empresas privadas, capitalistas, según la izquierda, y no los estados, si bien parece que los gobernantes son los que se ponen las medallas. Es más, todo el proceso de negociación con las empresas farmacéuticas la lideró la Unión Europea. La manga ancha en los plazos y ensayos de la EMA (European Medicines Agency) tienen bastante que ver. De hecho, yo esperé un años antes de ponerme la primer dosis, y una vez sabía que sería una vacuna concreta (de las varias que existían) que mejores evaluaciones tenía), por eso de ver que no hubiese mucho problema colateral.

Después de revisar el resto de la entrada, creo que no tengo que asumir ningún error adicional, es más, los hechos posteriores parecen confirmar el resto de mis análisis. Y, especialmente, que ninguna de las medidas tomadas por los gobiernos, de forma casi dictatorial, han tenido el menor efecto en la evolución de la pandemia. Ni confinamientos, ni distanciamientos, ni mascarillas, ni desinfectar las calles, ni nada. Incluso, y conforme trataré de argumentar, me cuestiono la eficacia de las vacunas para detener la extensión de la pandemia. Pero, vayamos por partes.

QUE SABEMOS HOY

Estamos ante un virus para el que los seres humanos parece que no teníamos desarrollados anticuerpos. Su principal vía de propagación son los aerosoles y su infinitésimo tamaño les permite quedar, durante horas, suspendidos en el aire. Eso justifica su rápida propagación, especialmente en zonas cerradas y sin ventilación.

El sistema inmunológico del cuerpo humano es capaz de crear los anticuerpos pero, en este caso, en personas de avanzada edad o con problemas previos de salud, el sistema inmunológico no es capaz de responder adecuadamente a tiempo. En el resto de la población, en un elevadísimo porcentaje, se produce un cuadro similar a una fuerte gripe pero el sistema inmunológico logra reducir la carga vírica.

Este virus, como los restantes, tienen una elevada capacidad de mutar en un reducido plazo temporal, al igual que la gripe. Las vacunas pueden ayudar al organismo a generar anticuerpos para algunos tipos de cepas pero no para cualquier posible mutación. Y, además, en el caso de este tipo de virus, no crean una barrera para evitar contagiarse o para contagiar. Es más, de momento se cuestiona que tengan un efecto permanente. Esto implica que la vacunación debería ser recurrente y tratando de identificar las cepas más activas, exactamente igual que pasa con la gripe común.

De los datos estadísticos se puede constatar que este virus ha producido un importante número de fallecidos entre personas de avanzada edad y entre los inmunodeprimidos. Para el resto de la población, ha sido en algunos casos una gripe muy fuerte, en otros algunos síntomas y molestias y, en otros, ni tan siquiera han tenido síntomas (como demuestra el elevado número de personas con anticuerpos que no habían percibido síntomas).

Hoy, aun cuando se disponen de vacunas, se siguen produciendo fallecidos todos los años por causa de la gripe y del Covid. Dichas muertes se concentran, igualmente, en las personas de más edad.

Lo cierto es que cuando alguien ha sido contagiado por un virus el sistema inmunológico se encarga de generar los anticuerpos, de forma mucho más rápida, si ha tenido previo contacto con el mismo virus o virus similares. Se puede comprobar como los niños pequeños suelen tener frecuentes procesos de catarros, resfriados y similares. Esto les permite que cuando sean adultos tendrán mejor desarrollado sus sistemas inmunológicos. El organismo aprende y recuerda. Y para eso los niños están especialmente capacitados.

Eso no nos hace inmunes a todas las cepas posibles. De hecho, todos hemos padecido algún episodio, más o menos complicado, de gripe. Igualmente recordamos cuando se produce un episodio epidémico que afecta a una buena parte de la población. No obstante, en la gran mayoría de las veces, el organismo logra reaccionar a tiempo y generar los necesarios anticuerpos. Para personas de avanzada edad y para inmunodeficientes se recurre a las vacunas que, con algo de suerte, serán eficaces contra la cepa con la que se contagia la persona. Recordemos que los virus mutan a mucha velocidad y nuestro sistema inmunológico puede no reconocerlos, aun siendo variantes de otros previos.

Parece evidente, cuando menos a corto plazo, que las vacunas no producen efectos secundarios. Es decir, no parece que sean algo peligroso. De cualquier forma si se han escuchado voces de científicos alertando que un número de dosis excesivo podría alterar a nuestro sistema inmunológico lo que, al fin y al cabo, tampoco parece que sea muy recomendable. En muchas ocasiones se escucha decir que los posibles beneficios son muy superiores a los posibles riesgos. Bien está, y no parece haber discusión razonable al respecto. Cosa bien distinta es su obligatoriedad a todos los colectivos.

Ha quedado, más que demostrado, que las vacunas del Covid no evitan que se contraiga la enfermedad y tampoco que no se pueda transmitir. Es más, se constató con la variante Ómicron. Para mantener la presión en la vacunación se argumentó que, no obstante, reducía la gravedad de la enfermedad. Cuestión, esta última, sin ningún sustento científico serio. Durante la segunda ola, cuando aún no se disponía de vacunas, el número de fallecidos descendió de forma muy evidente y, según parece, era la misma cepa que en la primera ola origino miles de fallecidos.

Los porcentajes de contagios y de fallecimientos, entre los distintos países del mundo, no muestran una mejora estadística entre los que más rápido, y de forma más generalizada, han vacunado a su población, o en aquellos en donde las restricciones han sido más estrictas y radicales. Países con una rápida vacunación a su población, con hasta tres dosis, no han tenido un número de fallecidos inferior al de otros países con menor tasa de vacunación.

En 1918, la mal llamada gripe española (cuyo origen más que probable fue un campamento militar en Estados Unidos) se cargó, durante tres años, a más de 50 millones de personas y luego, sencillamente, desapareció. Y no había vacunas. Algunas recientes investigaciones israelitas parecen confirmar que los anticuerpos generados por personas infectadas por el Covid son más eficaces, si se inoculan a otras personas, que las vacunas. ¿Hay que concluir que las vacunas no sirven para nada o que son perjudiciales? No, en absoluto. Simplemente hay que poner las cosas en su contexto y no exagerar. Mi opinión, ahora, es que las vacunas del Covid no son peligrosas pero que su inoculación debería ser voluntaria, y concentrada, en todo caso, en los colectivos vulnerables.

A mediados de septiembre de 2022 sólo el 67,9% de la población mundial ha recibido la pauta completa de la vacunación. Es decir 2.500 millones de personas no están vacunados. Pero es que, por ejemplo, en USA hay más de 70 millones que no han recibido ninguna dosis, en la India 479 millones y en España 6 millones. Estos porcentajes se disparan, lógicamente, en el continente africano, o en buena parte de Asía.

Lo más curioso es que, en esta misma fecha, el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus manifestó, en rueda de prensa, que el mundo estaba muy próximo a acabar con la pandemia del Covid. ¿Cómo es posible si hay amplias regiones y países, especialmente en África y Asía que no llegan a tener un 20% de su población vacunada?

Veamos una gráfica representativa. El color rojo más oscuro representa el mayor número, en millones de personas, sin vacunar.

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Es decir, lo cierto es que, si bien los gobiernos y muchos interesados, se apresuran a señalar que la pandemia ha remitido gracias a las vacunas, no existen datos científicos que puedan avalar si han sido los anticuerpos inyectados o los que ha generado la población por contagio y de forma natural.

Pondré un ejemplo, el mío propio. Cuando la enfermera se disponía a poner la primera dosis me preguntó ¿ha pasado usted el Covid? Mi respuesta fue: pues no lo se. La enfermera se mostró sorprendida y me espeto: ¿cómo que no lo sabe?. Le respondí: mire cuando aún no se había desatado la histeria, a finales de febrero, tuve unos síntomas que me llevaron a pensar, con posterioridad, que tal vez podría haber sido el Covid. Además, también podría haber estado contagiado y ser asintomático. Y como no me han realizado prueba de antígenos pues, sinceramente, no lo se. La señora enfermera, se calló y me puso la dosis correspondiente.

Hagamos ahora una revisión de otras medidas de los distintos gobiernos y sus resultados.

DISTANCIAMENTO E HIGIENE

En un primer momento el Gobierno de España manifestó que el Covid produciría uno o dos casos y que los ciudadanos se podían sentir seguros y asistir a ciertos eventos multitudinarios, incluidos eventos deportivos o manifestaciones. Los hechos posteriores confirmaron que estaban equivocados. Pero equivocarse ha sido lo más usual en las medidas adoptadas por nuestro gobierno, bueno y por otros muchos más.

Las medidas posteriores fueron la distancia entre personas (la más utilizada era de metro y medio) y la limpieza de posibles zonas de contacto. Los geles comenzaron a desaparecer de los comercios y la fumigación de centros, calles y superficies -con participación del ejercito- fue todo un despliegue. Se generalizó no estrecharse la mano y pegarse un codazo o cosas similares e incluso aparatos para no tener que tocar los botones de los ascensores. La razón era que los científicos, al menos los de la OMS y los nuestros, aseguraban que la propagación era por gotículas y no por aerosoles. Es más, la posición oficial era que las mascarillas no eran necesarias.

Fue una nueva metedura de pata. Los hechos comenzaban a quitar la razón a las afirmaciones del gobierno y de los supuestos expertos. Muchas evidencias comenzaron a indicar que la propagación era por aerosoles y, no tanto, por gotículas.

CONFINAMIENTOS

Cuando la situación estaba ya desmadrada, es decir con una buena parte de la población ya contagiada, se comenzó con los confinamientos. Se ordenó el cierre del comercio no esencial y se comenzaron a emitir normas para confinar a los ciudadanos. Muchas de las normas eran irracionales, distancias máximas para pasear al perro, cierre de parques infantiles (si podían los niños acompañar a los padres al super o al banco pero no jugar en el parque) y un sinfín de imbecilidades. Había un parte diario de las autoridades sanitarias acompañadas por los responsables de las Fuerzas de Seguridad del Estado. Se daba cuenta del número de intervenciones, multas y detenciones, de los que incumplían las normas del confinamiento.

La realidad es que ningún confinamiento, en ningún país ha evitado la propagación del virus. Las razones son muchas y evidentes. En primer lugar no se puede confinar a toda la población si se quiere que las familias tengan alimentos, luz, agua, teléfono etc., en segundo lugar, si el virus se ha extendido y se confina a las personas en lugares cerrados se consigue, justo el efecto contrario, y en cuarto lugar, como se puede ver en China, en el momento que se levanta el confinamiento se vuelven a disparar el número de contagios.

Argentina fue uno de los países con unos confinamientos muy duros y dilatados en el tiempo, y el nivel de contagios y fallecidos está por encima de la media. En China, con su política de Covid cero, están ahora mismo sufriendo confinamientos en muchas de sus ciudades. Sólo han conseguido extender el problema durante mucho más tiempo. Los confinamientos solo producían el destrozo de la economía, serios problemas de salud mental (se puede observar con los datos y sucesos en China) y poco más.

Ante las presiones de algunos partidos políticos y la posibilidad de que mantener el confinamiento no fuera aprobado en las Cortes (de hecho luego fue declarado inconstitucional por el TC) el Gobierno preparó un plan de desescalada. El referido plan parecía haber sido ideado por el “loco doctor Bacterio”. En cada Comunidad había que tener una chuleta, que se debía actualizar casi diariamente. Si algún ciudadano se tenía que desplazar mejor llevar una guía, una carpeta de documentos justificativos y una buena dosis de paciencia. Los confinamientos sólo han servido para destruir el tejido industrial y comercial, afectar la atención de otras enfermedades y crear serios problemas de salud mental en los ciudadanos. Especialmente en los más jóvenes.

MASCARILLAS

Las normas emitidas en relación con las mascarillas han tenido controversias y las siguen teniendo. Ello se debe, en gran medida, a la irracionalidad de las imposiciones de las autoridades, que más parecían un pollo sin cabeza, que unos dirigentes que estudian, analizan y emiten normas cuyo cumplimiento sea razonable y posible.

  1. En primer lugar hay que decir que, las mascarillas tienen, efectivamente, un cierto poder de barrera frente a los virus. Si los médicos las utilizan para las operaciones por algo será. Ahora bien, tanto las normas emitidas, solo se puede calificar de dislate. Algunos ejemplos:

  2. Durante un tiempo se impuso su uso obligatorio, a todo el mundo y en cualquier lugar. Es decir, pasear por un camino rural, sin personas en kilómetros a la redonda requería que se llevará la mascarilla.

  3. Como no había mascarillas cada cual se inventó sus propias mascarillas, unos de fabricación casera, otros con bufandas al estilo palestinos y, algunos con escafandras.

  4. Se lanzó la idea, con bastante fundamentos científicos, que si el virus entraba en contacto con otras zonas húmedas, como por ejemplo los ojos, se podían propagar igualmente. Comenzó, en dicho momento, la utilización de diversos modelos de visera para proteger los ojos. Cosa sorprendente, el Gobierno no regulo el uso de EPI (Equipo de Protección Individual).

  5. Nace una trifulca sobre las mascarillas más adecuadas. Según el gobierno las FFP2, que distribuía la Comunidad de Madrid, eran egoístas ya que evitaban contagiarse pero permitían la salida del virus. Luego, según parece, eran las únicas recomendadas.

  6. Pocas personas podían permitirse el lujo de adquirir el número de mascarillas necesarias para sustituirlas, conforme a su periodo de efectividad. Así que muchas mascarillas eran, en realidad, un reservorio de bacterias y virus. Otros muchos, y la mayoría sin mala intención, o para poder respirar mejor, llevaban la mascarilla con la nariz al aire. En los colegios los niños se las intercambiaban. Vamos que la efectividad práctica de las mismas era más que cuestionable.

  7. En los bares y restaurantes era obligatorio su uso salvo, lógicamente, para comer o beber. Y digo yo, ¿qué es lo que se hace en un bar o restaurante?

  8. Hoy sigue siendo obligatorio su uso en los medios de transportes pero no en otro sitios cerrados con aglomeraciones. Esta obligación se hace extensiva a los autobuses escolares. Pero cuando los niños se bajan se dan un par de besos y se van a las aulas a compartir aulas y juegos. Esta vez sin mascarillas.

Creo que no debe haber nadie que haya tenido que pagar una multa por las mascarilla. Salvo, claro está, por las peleas que se han organizado cuando algunos se han negado a ponérsela y algún vigilante jurado o ciudadano les ha increpado.

Igualmente se puede constatar que unas mayores o menores exigencias en el uso de mascarillas, entre distintos países, y durante las fases más álgidas de la pandemia, no ha producido un efecto claro en detener la expansión de la pandemia. Hoy mismo, a mediados de septiembre, Portugal, Dinamarca, Bélgica, Francia, Reino Unido, Finlandia, Eslovaquia, Irlanda, Lituania, Luxemburgo, Países Bajos, Noruega, Polonia, República Checa, Suecia, Rumanía, Malta o Croacia, han retirado la mascarilla obligatoria del transporte público y no ha pasado nada malo. Por el contrario, el Gobierno de España continúa manteniendo esta obligación.

¿Dónde está el problema? Muy sencillo, una norma que es imposible de controlar y, además, es irracional, deja de tener efecto. Es como el tema de las multas que ponen algunos Ayuntamientos por miccionar en el mar. ¿Cómo lo controlan, con buceadores con sensores? ¿Hay educadores que aleccionan a los niños pequeños antes de entrar al mar? Pues con las mascarillas pasa lo mismo.

En mi opinión el Gobierno se debería haber limitado a dar recomendaciones a los ciudadanos, con lógica y sentido común. Luego cada uno puede tomar sus decisiones, no llevar mascarillas, llevar tres mascarillas o ponerse una escafandra de buzo.

Luego tenemos el efecto del sentimiento de injusticia. La sensación de injusticia del que, mal que le pese, cumple una norma pero percibe que otros no y nada ocurre. Ocurría con los confinamientos, cuando algunos ciudadanos increpaban al que salía a dar un paseo con su perro de peluche. Igual ocurre con las mascarillas. No es tanto el miedo a contagiarse. Es más sencillo, llevar la mascarilla es una incomodidad y, si yo estoy jorobado, los demás también y punto. Así lo manda la Ley. Pero, como ya he dicho, el problema es que la Ley es un canto de cisnes, incoherente en buena parte y, además, no se puede perseguir su incumplimiento.

CONSECUENCIAS

Muchas son las consecuencias, y no precisamente positivas, de esta histeria mundial que han promovido, de forma poco razonable, tantos los gobiernos como los medios de difusión.

En primer lugar, los políticos han constatado que a los ciudadanos se les puede dirigir con mayor facilidad mediante la utilización del miedo. Igual que las religiones han dominado las voluntades ajenas con el miedo a lo que ocurrirá después de la muerte. Se puede imponer cualquier cosa, por ilógica que sea, una vez que has creado la histeria.

En segundo lugar, la paralización de la actividad económica, derivada de los confinamientos y cierres, ha generado una inmensa deuda en los Estados. Hoy, la guerra de Ucrania agrava la situación, pero el origen de la inflación actual se encuentra en las economías paralizadas por el Covid.

En tercer lugar, la llamada de los políticos, especialmente de izquierda, a que un mayor peso del Estado es absolutamente necesario para enfrentarse a estas emergencias. Es decir, menor libertad del individuo y mayores cargas fiscales.

En cuarto lugar, la histeria y el miedo, junto con los confinamientos, han producido serios problemas en la salud mental de un número muy elevado de personas, especialmente entre los jóvenes.

Seguimos con otras consecuencia que, en principio, serían buenas y deseables. Muchos ciudadanos así lo piensan y, en gran medida, es cierto. Pero hay que tener cuidado, no todo lo que reluce es oro.

Se ha constatado una aceleración del comercio electrónico. Es algo positivo, pero con efectos colaterales no deseados. Es difícil de asumir su imposición, por una buena parte de los ciudadanos, especialmente los de edad más avanzada. El cierre de muchas sucursales bancarias es uno de los ejemplos pero, igualmente, lo es el cierre de muchos de los pequeños comercios de proximidad o la poca operatividad de los sistemas de atención sanitaria mediante medios electrónicos o telefónicos. Lo anterior es sin contar con el riesgo laboral, asociado en ciertos sectores de actividad, como comercio o banca.

El teletrabajo, impuesto durante los confinamientos, ha venido para quedarse. ¿Es algo positivo? Pues, en mi opinión depende. En principio parece que reducir los tiempos de desplazamiento y los gastos que esto implica, debería ser una razón de mucho peso. Lo complicado es que los modelos de organización y cultura de muchas empresas se ven seriamente comprometidos. No todos los directivos son capaces de dirigir una gran organización por video conferencias, teléfono o e-mail. Los encuentros informales, las relaciones interpersonales y muchos otros aspectos se ven seriamente afectados. Por otro lado, si un determinado trabajo puede ser realizado desde casa, ¿qué problema habría en contratar este trabajo en el extranjero, si las condiciones laborales son más favorables? Es decir, se favorece la deslocalización de las tareas administrativas y de otros trabajos que no deban ser necesariamente presenciales.

Mientras duraron los confinamientos se necesitó que las clases fueran a distancia, utilizando la tecnología. Se ha constatado que esta forma de enseñar puede suplir, en alguna medida, a la enseñanza presencial pero, de ningún modo, sustituirla. Es una realidad poco cuestionable. Tengo un hijo estudiante en la Universidad, dispone de buenos medios informáticos y de conexión e, igualmente, su Facultad. No obstante me ha comentado, en muchas ocasiones, que la clase presencial es, de largo, mucho mejor. ¿Cómo se pretende que, en las empresas, los empleados más jóvenes, puedan ser adiestrados, por los que tienen más experiencia, en un modelo de teletrabajo?

Incluso en una tarea como los call-center, tan deslocalizada ya en la actualidad, los operadores deben estar presentes en un centro concreto. Durante los confinamientos los operadores hacían su tarea desde su casa. ¿Cuál era entonces el problema? Sencillo, si el operador tenía alguna duda no tenía forma de poder contactar, en ese momento, con nadie más experto, o con algún supervisor. Así te lo reconocían.

RESUMEN FINAL

Según los datos oficiales, al 30 de agosto de 2022, el número de casos positivos diagnosticados mediante PCR en el mundo, han sido 600 millones y los fallecidos 6 millones. Es más que seguro que el número de contagiados sea infinitamente superior pero, podríamos asumir, que el número de fallecidos esté más próximo a la realidad. Es decir, el 1% de los supuestos contagiados totales ha fallecido. Si tomamos como extrapolables los datos de la Comunidad de Madrid, una gran mayoría de los fallecidos debería tener 80 años o más. De hecho, la edad media de todos los fallecidos en la Comunidad de Madrid es de 83 años.

6 millones de fallecidos en 2,5 años. La alerta fue declarada por la OMS el 30 de enero de 2020. Es decir 2,4 millones por año. El número de fallecidos anualmente, por accidentes de tráfico al año, es de 1,3 millones. ¿Cuántos han fallecido durante la pandemia por no haber sido adecuadamente tratados de otras enfermedades?

En mi opinión, la histeria desatada por gobiernos y medios de comunicación ha sido más que contraproducente, y las medidas adoptadas irracionales y, en muchos casos, irresponsables. Las vacunas han podido contribuir a reducir el número de fallecidos entre los colectivos más vulnerables, pero nada más.

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