En Roma hay una colina artificial con una base de unos 20.000 m2 y que se alza unos 35 metros. Es el Monte Testaccio.
Su origen es ciertamente curioso ya que son los restos de más de 53 millones de restos de ánforas rotas. La mayor parte de estas ánforas transportaban aceite de oliva desde la Bética a Roma durante los siglos I a III d.C. Ya entonces la calidad del aceite de oliva español era bien apreciado.
Las ánforas tenían forma de cono invertido. Algo sorprendente ya que no parece lo más propio para almacenar el preciado aceite. La razón de dicha forma es sencilla.
El transporte se realizaba en barco cuyas bodegas contenían arena, o incluso cereales, de esta forma las ánforas eran insertadas en dichos materiales y no sufrían daños con el movimiento de los barcos. Claro que al llegar a su destino no tenían mucha utilidad y resultaba más económico deshacerse de las mismas rompiéndolas que limpiar su interior para hacer nuevos viajes.