Nada descubrimos si señalamos que, en estos momentos, se está produciendo un evidente resurgir de los nacionalismos, y el proteccionismo.El panorama, visto en su conjunto, es el siguiente:
Espectacular aumento del apoyo a los partidos de extrema derechas en Europa. Sus programas suelen incluir el cuestionamiento de la Unión Europea y el cierre de las fronteras a la inmigración. Son partidos que hace pocos años no existían y hoy están tomando posiciones relevantes en Suecia, Holanda, Alemania, Austria, España, Francia, Italia…
Proceso de salida del Reino Unido de la Unión Europea. Lo que se conoce como Brexit y que está en situación de provocar una ruptura sin acuerdo.
Recrudecimiento de los procesos independentistas en Europa (ejemplo próximo Cataluña).
Propuesta para levantar una muralla en la frontera entre Estados Unidos y Méjico que ha dado al traste con la ampliación de presupuestos en el Congreso y paralizado al Gobierno americano
Guerra comercial entre Estados Unidos y China.
Las continuas manifestaciones violentas de los llamados “chalecos amarillos” en Francia.
Un acuerdo entre la extrema izquierda y la extrema derecha para constituir un gobierno de coalición en Italia.
Rechazo de países como Francia o Italia a la acogida de inmigrantes subsaharianos rescatados por embarcaciones de las ONG´s de balsas mientras cruzan el Mediterráneo.
Nuevas vallas de contención de inmigración en los países del este de Europa.
Recrudecimiento de la confrontación entre Ucrania y Rusia.
Tensión permanente por el peligro de atentados terrorista de los fundamentalistas musulmanes en toda Europa.
Repetidas y sostenidas alertas sobre la sostenibilidad de los sistemas de pensiones y, en general, de la viabilidad del actual Estado del Bienestar ante el problema demográfico europeo.
Son los hechos de mayor repercusión pública durante los últimos meses, pero no son los únicos. Parece como si la tradicional solidaridad de los ciudadanos occidentales hubiera llegado a su fin. Como decía Bill Clinton “es la economía, estúpido”. Efectivamente, sólo se puede entender este movimiento desde una óptica de intereses económicos. Los occidentales comienzan a tener sensación de inseguridad y comienzan a otorgar su confianza en partidos con modelos de corte proteccionista. Una mayoría creciente de la población no está dispuesta a seguir dedicando recursos para ayudar a otras regiones o a la creciente inmigración. Así de sencillo. Pero ¿qué ha cambiado? Posiblemente el detonante inicial fuese la reciente crisis económica y, posteriormente, el sentimiento de autoprotección se ha asentado por la creciente inmigración, el terrorismo del fundamentalismo musulmán, o el cuestionamiento de la viabilidad del Estado del Bienestar.Consecuencia de lo anterior es que el tradicional socialismo europeo ha entrado en crisis y no deja de perder poder político y, al mismo tiempo, trata de moverse hacía posiciones más alejadas del tradicional centro-izquierda. De igual forma ocurre con los partidos con ideologías de centro-derecha. No hay que mostrar extrañeza ante este proceso. Ya en 1943 lo planteo el psicólogo Abraham Maslow en su “Teoría sobre la motivación humana”. Efectivamente, sólo cuando están cubiertas las necesidades fisiológicas se aspira a cubrir las necesidades de seguridad (seguridad física, de recursos, de salud, de propiedad) y, posteriormente, a cubrir las necesidades de afiliación (amistad, afecto…). En un siguiente estadio están las necesidades de reconocimiento y, finalmente, las de autorrealización. En estos momentos los occidentales parecen pensar que algunas de sus necesidades de seguridad no están bien cubiertas y no están, para nada, bien predispuestos hacia objetivos más altruistas. La deriva hacía el extremismo de una ideología política lleva, necesariamente asociada, la radicalización de la opuesta. En España la radicalización del independentismo y de la izquierda ha creado el caldo de cultivo perfecto para la irrupción de Vox, de ideología totalmente opuesta. Las llamadas de algunos políticos o medios hacía la moderación, el dialogo sensato o hacía la centralidad son sermones en el desierto. Los animales solo atacan cuando se sienten en peligro o cuando tienen hambre y, los seres humanos somos, lo queramos o no, animales. Hasta ahora la economía ha permitido cubrir con un manto de seguridad a los occidentales, los Estados del Bienestar han surtido efectos apaciguadores y han promovido las conciencias bien intencionadas hacia sus congéneres (próximos o remotos). Las cosas están cambiando. Y muy rápido. Y es que los partidos políticos sólo claman por la moderación y evitar la crispación social cuando están en el poder. En la oposición no hay tantos reparos y se puede comprobar con hechos objetivos. El PSOE en el gobierno de España clama por evitar la crispación en las calles y, por el contrario, ante su derrota en Andalucía activa las manifestaciones callejeras para oponerse al nuevo gobierno autonómico de derechas. Se me puede tachar de agorero, de pesimista o de cualquier adjetivo similar. Lo tengo bien merecido. Claro que según Mario Benedetti “Un pesimista es sólo un optimista bien informado”. Por ejemplo, no es pesimista el que dice que el actual sistema de pensiones en España no es sostenible y entrará en quiebra; no es optimista el político que dice que todo está bien y que no habrá ningún problema con las pensiones. Este último es irresponsable y/o mentiroso, no optimista. También nos queda una visión más trascendente de que “Dios proveerá” y, en caso contrario, y ante lo que no se puede evitar, mejor relajarse y disfrutar.